viernes, 4 de agosto de 2017

Watchmen, Nietzsche y Zack Snyder: tres son multitud (I)

Siempre he considerado los cómics una suerte de lectura para vagos. Naturalmente, yo también crecí leyendo los Mortadelo y Filemón, Super López y demás tiras cómicas; pero llegada una edad, simplemente perdí el interés. Ahora, con la cartelera saturada de películas de superhéroes a cada cual más lamentable, la celebración de innumerables eventos de cosplay y la prensa copada por noticias irrelevantes sobre este medio, empiezo a pensar que, oye, quizá soy yo; quizá estoy hablando sin saber y resulta que me estoy perdiendo algo que de verdad merece la pena. Sigo pensando que de aquí a unos años miraremos todo este circo y crisparemos los labios como ahora lo hacemos al escuchar una canción de Raphael, pero parece que aún estamos lejos de ese día. Por eso, a mis 24 años de tierna infancia, no me queda más remedio que rebelarme contra esto, y si hay algo que me gusta hacer es enfrentarme a mis prejuicios.

Fui a mi navegador e investigué un poco. Si voy a leer un cómic, no puede ser algo tan insustancial que confirme mis sospechas sobre este medio. Necesito empezar por el tejado, por la cereza del pastel. Así fue como llegué a un nombre: Watchmen.


Había escuchado de todo; y siendo sincero, ¿cómo de trascendente podía ser algo que había sido adaptado al cine nada menos que por Zack Snyder, ilustre gurú de la cultura basura? Éste es un blog de cine, pero, tras la lectura, decidí que Watchmen merecía una doble entrada. En la primera, hablaré de mis impresiones sobre el cómic, y en la segunda, utilizaré lo que aquí mencione para hablar de la vilipendiada película de Snyder.

Desplazo la portada a mi izquierda: ningún epígrafe, sólo un par de agradecimientos y el Capítulo I ocupando la hoja al completo. Directo al grano, sin solemnidades. Me encuentro con una chapa smiley en la calle, manchada de sangre. De pronto, el plano cenital se eleva más y más sobre la fachada del edificio hasta que el adorno se pierde de vista. En un lujoso ático, unos detectives conversan: alguien ha caído al vacío. Recuerdo levantar la vista y pensar "¡Eso no me lo esperaba!"


No voy a mentir, mi periplo por las páginas de este cómic estuvo empedrado de reacciones similares. El dibujo era fantástico: contrapicados subyugantes, cenitales ascendentes, planos subjetivos, etc. Caramelo para la vista. Por otra parte, hizo que se me disparasen todas las alarmas: el cine no podía competir con eso. Sin salir aún de mi asombro, encontré que cada capítulo estaba rematado con un texto, porciones de literatura diegética; es decir, extraída del propio mundo narrativo. Este metalenguaje es algo muy posmoderno, pero en 1985 debió ser todo un gol de chilena por parte del guionista, Alan Moore. Este señor se permite además incluir un cómic de piratas ficticio que va utilizando, según le conviene, como contrapunto de la historia. ¿Un cómic de superhéroes que emplea figuras retóricas, y que además lo hace con solvencia? Mis prejuicios iniciales se disolvían como azucarillos...

Entonces hizo acto de presencia el que sin duda es el personaje más fascinante de este relato, el Doctor Manhattan, con una frase impropiamente bochornosa:

"Un cuerpo vivo y uno muerto contienen el mismo número de partículas. Estructuralmente, no existe ninguna diferencia discernible. La vida y la muerte son conceptos abstractos, incuantificables"

Ahí lo tenéis: el absurdismo, el nihilismo, el fatalismo... todo resumido en unas líneas y sin que nadie le haya preguntado. Albert Camus ha resucitado y se ha vuelto a morir, pero de la risa. Achaqué esto a las limitaciones del medio, en el que los diálogos deben ser lo suficientemente certeros como para encajar en diminutos bocadillos. Sin embargo, esto no acaba aquí: comencé a leer indisimuladas referencias al superhombre y a la voluntad de creación en el Doctor Manhattan, al nihilismo en la figura del Comediante, etc. En efecto: Alan Moore estaba coqueteando con Nietzsche. Esto podía acabar en matrimonio mal avenido.


Entro en el Capítulo IV, en el que Doc. Manhattan, tras exiliarse a Marte, nos cuenta su pasado, su presente y su futuro como si lo viviese de manera simultánea. No se trata de que pueda ver el futuro, como erróneamente se dice en película y cómic, sino de que ya lo ha vivido, lo vive y lo vivirá. Alan se estaba apropiando del concepto nietzscheano del eterno retorno de lo idéntico para narrar la perspectiva de su personaje. Con un par. Para los que no estéis familiarizados con el eterno retorno nietzscheano, éste propone un tiempo circular en el que el pasado se repetirá en el futuro y éste, a su vez, en el pasado. La explicación viene de considerar el tiempo como algo infinito y la materia existente como una finitud; de esta manera, las posibles combinaciones acabarán por agotarse, momento en el que comenzarán a repetirse de nuevo. Nietzsche estaba mucho más interesado en las implicaciones morales de esto que en las cosmológicas, pero la de Alan Moore no deja de ser una interpretación muy creativa del concepto (en un momento del capítulo, el Doctor Manhattan describe, muy intuitivo, cómo siente un déjà vu de un suceso que aún no ha acontecido).

Respecto al superhombre nietzscheano (el famoso Übermensch) en la figura del Doctor Manhattan, es necesario una reflexión previa. El nihilismo, la decadencia vital de la que tanto hablaba Nietzsche, tiene dos vertientes. En la primera, que él tildó de pasiva, el sujeto que advierte la muerte de Dios (el orden moral imperante), el cual otorgaba sentido a la existencia, se convierte en un pozo vacío de significación y es incapaz de dar valor a nada; en la segunda, activa, el sujeto crea su propia tabla de valores y así da sentido a su existencia. Ésta última es la actitud del superhombre, el que trasciende el nihilismo para crear un nuevo sistema moral a sus pies.

¿Quién es el superhombre en Watchmen? Doc. Manhattan ni siquiera es un hombre; de hecho, al final del cómic menciona que irá a otra galaxia a crear vida, parida que nada tiene que ver con el concepto. Búho nocturno y Espectro de Seda son tan defectuosos y acomplejados como cualquier otro ser humano, admiten no entender nada de lo que ocurre y se abandonan al hedonismo al final de la historia. El Comediante es el prototipo de nihilista pasivo, un personaje tan atormentado como cruel, amoral en todos los aspectos. El de Rorschach es un caso más complejo: en cierta parte del cómic, admite no ver ni plegarse ante ningún Dios; sin embargo, no es capaz de ir más allá. Su visión rancia y conservadora de la humanidad, la cual divide en aliados o enemigos, implica que, a pesar de conocer la muerte de Dios, no renuncia a su moral previa sino que la apuntala. Sólo nos queda Ozymandias, quien sí es capaz de elevarse por encima del resto y mirar en la distancia. Su plan, consistente en sacrificar una ciudad para salvar el mundo, es atroz para el resto de vigilantes pero demuestra ser eficaz. No obstante, en los últimos compases del cómic, dice:

"Los demás me consideran insensible, pero me he obligado a sentir todas y cada una de las muertes (...). Sé que he caminado sobre las espaldas de inocentes asesinados (...), pero alguien tenía que cargar con el peso de ese crimen."

Esto sugiere arrepentimiento. Ozymandias se ve a sí mismo como un sacrificado: no reniega de su moral anterior, sino que brinca por encima de ella como en una carrera de obstáculos cuya meta es la salvación de la humanidad. El superhombre nietzscheano, por tanto, es una cuestión no resuelta en el cómic, a pesar de que Alan Moore lo menciona reiteradas veces; lo que puede ser una burla descarada o un flagrante desconocimiento por su parte.


No es lo único que se le puede reprochar al, por otra parte, soberbio guionista. Seguramente a causa de Hitler, el cual interpretó a Nietzsche como bien le convino, se tiene del pensador alemán la imagen de un hombre insensible y de carácter tirano. El mismo Alan no duda en utilizar su filosofía para caracterizar así a la terna conformada por Doc. Manhattan, Roscharch y Ozymandias; y esto me parece un serio derrape. Friedrich Nietzsche fue un personaje atormentado y elitista, sí, pero también era un vitalista, un enamorado de la vida y sus contradicciones, como él mismo cuenta en Ecce Homo. En el pequeño pueblo suizo de Sils-Maria, donde veraneaba, aún le recuerdan como un hombre con un fino sentido del humor al que le gustaba jugar con los niños y participar en la vida del vecindario. Un tío cojonudo, vamos. Su filosofía era de autosuperación, de emancipación, una apología a la voluntad del individuo por encima del rebaño gregario; nada dijo de bichos azules omnipotentes. No me cabe duda de que Moore es un hombre muy culto, pero dista de ser un experto en la materia.


Cuando la última página del cómic cayó a mi izquierda, fui a buscar información sobre todo lo dicho hasta ahora, y cuál fue mi sorpresa cuando no hallé ningún comentario al respecto en el vasto pozo de futilidad que es Internet. Si no me creéis, probadlo vosotros mismos e introducid en el buscador Watchmen Nietzsche: sólo encontraréis frívolas alusiones al superhombre, y esto es únicamente porque la palabra se menciona de manera explícita en el cómic. Lo que estaba haciendo Alan Moore, por ejemplo, en el Capítulo IV era una filigrana sólo al alcance de un genio, pero nadie había reparado en ello; y si lo habían hecho, no les parecía digno de mención.

Esto me devuelve a mis prejuicios iniciales: lectura para vagos, decía. Desde luego, no voy a considerar a nadie como un iletrado por no estar familiarizado con la obra de Nietzsche, pero no deja de ser sintomático cuando se convierte en un patrón del que se obtiene un doble resultado: bien los lectores de Nietzsche no están interesados en Watchmen, bien estos no están interesados en aquél. En cualquier caso, una lástima para ambos. La única certeza es que Watchmen, aun siendo disfrutable por toda clase de lectores, no puede ser comprendido sin el pensamiento del filósofo alemán, lo que me deja con una pregunta: ¿qué habrán leído las sucesivas generaciones que tanto veneraron el cómic sin saber de dónde provenían sus complejas influencias?

Esta pregunta nos lleva a 2009 y a un hombre, prototipo de ese lector de cómic con déficit de atención: Zack Snyder. Si vas a apropiarte de una historia, más te vale saber lo que tienes entre manos. Huelga decir que no fue el caso, aunque hablaré de ello en la siguiente entrada.

No reneguéis de él ahora, cobardes. Vosotros habéis creado al monstruo.

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