domingo, 12 de marzo de 2017

Trainspotting 2, quién lo iba a decir 

Empecemos por lo que todo el mundo sabe. La película es innecesaria, realizada con el único propósito de pasar la gorra. Danny Boyle hace tiempo que está instalado en la mediocridad, y, salvo Ewan McGregor, el elenco protagonista de la primera Trainspotting ha ido desfilando por productos de dudosa calidad y menor éxito desde entonces. No estamos hablando, pues, de una secuela que se haya demorado por recelos y amor a la cinta original, sino de algo que todos, incluido McGregor, estaban deseando hacer.

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Partiendo de aquí, consideremos las aristas más irregulares de la cinta. Ésta tiene una melodía preparada para cada ocasión, y lo que en la película de 1996 era una banda sonora que evocaba con gracia el mundo narrativo del Edimburgo decadente de los 90, aquí se convierte en un interminable videoclip (nota para no iniciados: los videoclips molan, pero están para darle empaque e impulso a la música, nunca al revés). Suspenso.

Hablemos de los encuadres. ¿Recordáis lo novedoso del estilo de Boyle en la cinta original? Bueno, pues hace tiempo que Boyle no sabe qué filma, cómo, ni dónde, y el resultado son unos planos forzados que logran justamente lo contrario de lo que deberían hacer: roban el protagonismo a la emoción que se pretende destilar para dárselo al encuadre. Mención aparte merecen los planos en los que la cámara enfoca directamente a una potente fuente lumínica, obligando al espectador a apartar la mirada por la salud de sus retinas (nota para no iniciados: lo que nunca quieres, bajo ningún concepto, es que el espectador aparte la mirada de la pantalla). Suspenso bajo.

La trama es un caos. Conviven momentos para la nostalgia con cameos forzados, como el de la exnovia de Renton (3 minutos en pantalla), sazonado todo con una subtrama sobre prostíbulos que no va a ningún lado y que sirve al único propósito de juntar a los protagonistas de nuevo. Se sacan de la manga efectistas artimañas (desconozco si procedentes del libro en el que se basa la película o inventadas) para avanzar hasta el clímax, como el robo en el bar protestante o la historia del padre de Frank, del cual, extrañamente, nunca habíamos oído hablar hasta el final de la película (nota para no iniciados: si no quieres que el espectador sospeche que se la estás dando con queso, lo procedente sería tener unos personajes con un trasfondo y unos objetivos bien definidos desde el principio). Suspenso de los que duelen, de dibujar el cero con el compás.

El famoso soliloquio ("elige la vida, elige un empleo...") tiene aquí su versión actualizada, dos punto cero. Lo que falla no es que lo veas venir, que también, sino que difiere del original en su concepto. Mark Renton utilizaba esas palabras al comienzo de Trainspotting para introducirnos en el mundo narrativo de los protagonistas. Su discurso rezumaba sarcasmo, no era una crítica, sino que Mark se estaba burlando de nosotros; es por esto que funcionaba. En esta nueva película, Mark espera hasta el ecuador de la trama para decir no se qué de malgastar la vida en Facebook, novias feas y frivolidades varias durante dos o tres minutos que se hacen eternos. El problema es que dicha perorata se escucha y siente como un sermón, y no es difícil imaginar al guionista en la butaca de al lado susurrándonos todo esto en la oreja (nota para no iniciados: como bien dijo Samuel Goldwyn, "si quieres enviar un mensaje, utiliza el servicio postal").


Y ¿sabéis qué es lo más sorprendente? La película FUNCIONA. No, no bromeo. Con semejante panorama, es casi un milagro; pero aquí estoy, escribiendo unas palabras que me cuesta creer. Puede que haya algo de verdad en el hecho de que la cinta original sea una de las que guardo con más cariño en la memoria, pero no es lo único que rescata del hoyo esta secuela.

En efecto, la película se salva gracias a la nostalgia, sí; el acierto, sin embargo, está en hacer suya esa añoranza en vez de utilizarla como reclamo. Trainspotting 2 sabe que has visto Trainspotting 1, y también sabe que es imposible superar el producto original, por lo que no malgasta esfuerzos en convencerte de lo contrario. La película carece de toda ambición, e incluso se diría que no se toma en serio a sí misma. Tiene, no obstante, algo muy importante a su favor: le basta con presentarte al cuarteto original y dejar que ellos sean los que rememoren aquellos lozanos tiempos pasados. La película puede perfectamente resumirse así:

El elenco: ¿Recuerdas cómo molaba la cinta original?

Tú: Ya ves.

Y esto, querido lector, era todo lo que hacía falta.