miércoles, 11 de octubre de 2017

Darren, hazte un favor y abre un libro

Ayer fui a ver la última película de Darren Aronofsky, movido más por la curiosidad que se ha generado alrededor que por un interés genuino. Sé que éste era el plan de promoción de la película desde el principio, pero no me duele en el orgullo admitir que les ha funcionado conmigo. Abucheos, críticas hirientes, espectadores que abandonan la sala, fanáticos que la defienden... ahí había humo y yo quería ver el fuego.

Vaya por delante que nunca he sentido especial afinidad por el cine de Aronofsky. Su filmografía (con alguna excepción) se me antoja mediocre y delirante, y ha cimentado su carrera a base de provocar a la audiencia y colocarse la etiqueta de excéntrico como coartada. No tengo mayor problema con eso, otros lo hicieron antes que él; pero debes ofrecer algo de materia prima a cambio si no quieres que empiecen a verte como el tonto del patio de recreo.

Resultado de imagen de mother aronofsky


Antes de proseguir, hablemos un poco de figuras retóricas. Jeniffer Lawrence, flamante protagonista de la cinta, dice:

"Él (D.A.) quiere que la gente vaya sin saber nada. Se van a perder todo el detalle y la brillantez que tiene la película. Mi consejo es que entiendan la alegoría."


Javier Bardem, segundo protagonista, habla de su papel:

"No podía identificarme (con Dios) siendo humano. Pero cada vez que volvía a esa alegoría encontraba mi sabiduría."

¿Empezáis a ver el patrón? ¿No? Bueno, aquí un extracto del director hablando de la naturaleza del personaje de Lawrence:

"Tiene que ver con la alegoría de la película."

¡Resulta que la película es una alegoría, una representación simbólica, pobres mentes simplonas! Cuando Aronofsky transforma un velatorio en un festivalote universitario, cuando te muestra ejecuciones que nada tienen que envidiar a las del Daesh, cuando recurre a la violación en grupo o al canibalismo más explícito; ¡todo es pura representación figurada! Hay que que ser ingenuo...

Resultado de imagen de aronofsky jennifer lawrence


La reflexión que viene a continuación es enteramente personal, no una verdad escrita en piedra. Parece tontería tener que aclararlo, pero os sorprendería saber cuánto ego herido hay por ahí fuera. Quizá hable de ello en una futura entrada.

Voy a comenzar con una cita de Andréi Tarkovsky, legendario director ruso al que se le acusó erróneamente de practicar un cine en exceso simbólico, extraída de su formidable ensayo "Esculpir en el tiempo":

"Existe, y está ya muy manido, el concepto de «cine poético». Comprende aquellas películas cuyas imágenes pasan audazmente por encima de la concreción fáctica de la vida real (...). Pero encierra un peligro muy específico, el peligro de que aquí el cine se distancie de sí mismo. El cine poético normalmente suele originar símbolos, alegorías y figuras retóricas parecidas. Y, precisamente, éstas no tienen nada que ver con aquella forma de imagen que constituye la esencia del cine."

Tarkovsky está hablando aquí del peligro de abusar de las figuras retóricas en el cine. Él creía, y yo lo suscribo, que el cine tiene una ventaja fundamental sobre otras artes: la inmediatez del impacto emocional. Esto es así porque el cine posee la capacidad de presentar una realidad en un espacio y tiempo determinados, en lugar de representarla. Explica el genio ruso:

"Ni un solo objeto (...) debe ser presentado fuera de ese tiempo que corre concretamente, como si fuera símbolo de un tiempo inexistente. Si uno se aparta de esta condición, de inmediato se abre la posibilidad de introducir, como de contrabando, una gran cantidad de atributos de artes afines. Con ayuda de ellos, no hay duda de que se pueden hacer películas muy efectistas. Pero, desde el punto de vista de la forma cinematográfica, contradicen el desarrollo y la evolución normales de la naturaleza y también la esencia y las posibilidades del cine."

Las figuras retóricas, ya sean metáforas, símbolos, alegorías o metonimias, pertenecen al ámbito de la literatura. Son extranjeras al cine puesto que no surgen de éste. En el lenguaje verbal, llamamos a la unidad elemental «fonema», pero éste carece de significado per se. Debemos atribuírselo. Cuando formamos una cadena de fonemas, lo que obtenemos como resultado es un significante; es decir, una linguística que encierra una imagen mental: el significado.

Nada de esto ocurre con la unidad elemental del cine, el fotograma. No es necesario irse fuera de la propia imagen a buscar su significado, sino que éste se funde con el significante en una relación denotativa. Si me muestras una casa, no imaginaré otra: sé que es esa casa en ese preciso instante. He aquí el gran potencial del cine.

Esto no es óbice para que las figuras retóricas puedan ser utilizadas como herramientas, ya que la encadenación de fotogramas también permite construir un significante que arroje un significado más elevado. Si antes hablaba de presentar una realidad, el simbolismo nos puede ayudar a penetrar en ella. Kubrick recurrió a él en muchas de sus cintas; en "Dogville", de Lars von Trier, cada personaje es un símbolo en sí mismo; incluso yo, en mi primer guion, recurrí al lirio como representación simbólica. La diferencia elemental reside en la utilización del símbolo como instrumento que nos ayude a contar mejor nuestra historia; además de que, en palabras del poeta y dramaturgo 
Viatcheslav Ivanov:

"El símbolo sólo es verdadero cuando es incomprensible, cuando no se puede reproducir con palabras."

Lo cual va muy en la línea de lo que opinaba Albert Camus en su célebre ensayo "El mito de Sísifo":

"Nada es más difícil de entender que una obra simbólica. Un símbolo supera siempre a quien lo emplea y le hace decir en realidad más de lo que cree expresar."

Como veis, son demasiados personajes ilustres los que comienzan a ponerse de acuerdo con respecto a la naturaleza del símbolo. "mother!" sólo desdibuja la verdadera intención del autor, susceptible de ser verbalizada sin problema como bien han demostrado los actores y él mismo en sucesivas entrevistas, para enterrarla después sobre capas y capas de imaginería con la infantil pretensión de "lanzar una granada a la cultura popular". Sin embargo, cuando Aranofsky no respeta la función básica del símbolo como figura retórica y, en su lugar, lo convierte en eje medular de una historia, es una señal alarmante de que, como dicen los ingleses, tiene la cabeza tan metida en el culo que cree que todo lo que sale de ese orificio es una genialidad. Por si lo dudáis, Tarkovsky opinó lo mismo que yo, aunque con un lenguaje más elegante:

"Por eso le molestan a uno los pretenciosos deseos del actual «cine poético» de distanciarse del hecho, del realismo del tiempo. El único resultado posible son la petulancia y el manierismo." 

Imagen relacionada

Vayamos terminando: ¿qué es "mother!"? ¿Una alegoría de Dios y la Naturaleza? Quizá. ¿La relación entre un autor con el ego hecho trizas y su inspiración? Ajá. ¿Una crítica a la maternidad y el matrimonio feliz? Pues molt bé. ¿Todo lo anterior y nada a la vez? Chachi para ti, Aronofsky. La verdad es que, a pesar de que la controversia me había llevado hasta la sala de cine, desde el instante en que puse un pie en ella renuncié a seguirle el juego al autor de apellido conspicuo. Ni sé ni me importa de qué va esta película. 

No le conozco personalmente, pero, si tengo que juzgar por lo que dice en sus entrevistas, Darren Aronofsky parece no ser más que un payasete con personalidad adolescente y tendencias egomaníacas; por su bien y por el vuestro, no le riáis la gracia.