miércoles, 16 de agosto de 2017

El escribir con buena letra

Rescato y finalizo está reflexión que archivé en su momento, a colación de aquella crítica a "Pieles", primera película de Edu Casanova, y que creo merece la pena publicar como breve anotación al margen. Mucho se ha dicho de la aversión que tenemos en este país a las visiones creativas poco convencionales, pero, en este caso, se me antoja como una torpe justificación del repudio generalizado hacia esta cinta. Lo considero así porque lo que se nos presenta en este debate son dos pulsiones aparentemente contradictorias, un Apolo y un Dionisos que se refutan entre sí cuando no tendrían por qué.

Las personas que defienden esta película la describen como una aguda alegoría de la realidad. Lo sé, yo tampoco entiendo muy bien a qué realidad se refieren, pero la misma Macarena Gómez dijo en una entrevista de promoción en La Sexta: "No hay nada malo en impactarse. La gente tiene miedo de la realidad". Intentaré no entrar al trapo con el sarcasmo por delante.

Es maravilloso que, como autores, tengamos un mensaje y estemos deseando compartirlo con el mundo. El problema es que el mundo puede no querer escuchar lo que tienes que decir (Samuel Goldwyn, tío inteligente donde los haya, tenía muy claro esto: "si quieres enviar un mensaje, utiliza el servicio postal"), así que no nos queda más remedio que disfrazarlo, añadir capas de maquillaje, en un intento por invitar al espectador al juego. El joven Edu Casanova tiene un discurso muy concreto sobre la imagen física y la desmesurada atención que se le presta, lo que es muy legítimo. Ahora le sobreviene un dilema: no tiene muy claro cómo hacer llegar ese mensaje a la audiencia.

En Pieles, Edu pensó que sería buena idea coger ese discurso, masticarlo con la boca abierta y escupírselo en la cara al espectador. ¿Resultado? Alguno, contento por el festival de efluvios salivales del joven cineasta, le aplaudió la ocurrencia; el resto, mayoría de público y crítica, le devolvió el escupitajo. Perdóneme el lector la indigesta alegoría, pero comprenderá que me ahorra muchas explicaciones.

Sin embargo, Edu podría haber tomado otro camino. Aquí, yo hubiera escrito el verbo sutilizar, pero, tras pensarlo, concluyo que su significado es demasiado abstracto para ser visualizado; así que me decantaré por otra palabra: elegancia. Parto de una intuición indemostrable, pero la elegancia resulta tan atractiva porque denota autocontrol, y éste, a su vez, denota inteligencia. Esto no es un veto al arrojo y la pasión, sólo un breve recordatorio de que, para obtener la satisfacción de echar abajo el castillo de naipes de un manotazo, primero hay que tener el temple para construirlo.

El director de 'Pieles', Eduardo Casanova y la actriz Macarena Gómez. Foto: Manuel Cuéllar. Por seguir con la alegoría, si Edu hubiera tenido la elegancia de esconder sus ases en lugar de arrojar la baraja entera sobre la mesa, el espectador no habría visto venir el discurso desde el minuto uno. Por supuesto habrá alguno con la capacidad de lectura de un cactus cholla que entonces se queje de no sacar nada en claro (exacto: el mismo que disfrutó con el escupitajo); pero el resto nos habremos entretenido atando cabos hasta llegar al momento clímax, donde la película finalmente descubra sus cartas. ¿Por qué es tan importante mantener al espectador elucubrando hasta entonces? En el arte, a diferencia de la geometría, la distancia más corta entre dos puntos no es una línea recta. Este rodeo puede ser tedioso pero mucho más efectivo a la hora de lograr lo que la película se propone: colocar su mensaje y, al mismo tiempo, conseguir que la audiencia profundice en él por sí misma.

En cuanto a la deliberada provocación que calza la cinta, genios del séptimo arte como Stanley Kubrick o Lars von Trier también se apoyaron en ella para promocionarse sin ningún pudor (y también fueron reprendidos), pero el tiempo no ha erosionado la universalidad del discurso en sus obras. Se puede entender "La naranja mecánica" sin los explícitos asaltos de la pandilla protagonista; también se puede disfrutar de "Los idiotas" sin las escenas de desnudos o sexo explícito; sin embargo, es imposible asimilar "Pieles" sin recurrir a los bajos instintos dionisíacos. Apolo no está ni se le espera. Tengo leído que la próxima película de Edu se titulará La Piedad, y casi puedo visualizar a santos y vírgenes fornicando en slow-motion, entre otras epifanías judeocristianas. La irreverencia en exceso es un arma de doble filo que te puede hacer parecer tanto un visionario como un vulgar payasete; y, según se extrae de su opera prima, Edu Casanova está muy interesado en las apariencias. Quién lo diría.

La descripción tan obscena de la realidad que hacen Macarena y Edu es muy lícita, pero no es más que un sermón, una homilía con envoltorio color pastel que impide que la película se extienda más allá de la pantalla. La audiencia lo percibe y, en consecuencia, lo rechaza; aunque ellos prefieran pensar, no sin cierta razón, que en España se desprecia porque sí.

"Es absolutamente imprescindible que el artista oculte sus propias intenciones. Si insiste en ellas, quizá el resultado sea una obra de corte más actual, en el sentido cotidiano de la expresión. Pero una obra de arte de un significado mucho más perecedero."
-Andrei Tarkovsky. Esculpir en el tiempo, pag. 212.

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