martes, 6 de diciembre de 2016

Sobre la moral, los moralistas y sus derivados

Hace muchos días que no publico nada nuevo. Tengo varias entradas comenzadas que me apetece mucho compartir, pero las responsabilidades laborales me quitan el tiempo que me gustaría dedicarles. Esto no me ha impedido seguir reflexionando, un poco al estilo de Molly Bloom en su soliloquio del "Ulises" (libro que confieso no haber leído en su totalidad por el tremendo aprecio que le tengo a mi cordura), pero reflexión legítima al fin y al cabo. Así que he hecho acopio de voluntad y me he propuesto escribir hoy con motivo de una noticia muy comentada: se han conocido unas grabaciones en las que Bertolucci, director de emblemáticas películas como "Novecento" o "El último emperador", confiesa que la actriz protagonista de "Último tango en París", Maria Schneider, no sabía o sabía muy poco de una escena en la que sufre una violación a cuenta de Marlon Brando (aquí ya no vale la pena hablar de personajes, sino de personas con nombre propio). Oh, sorpresa; bueno, no tanto, pues la fallecida actriz ya reveló esto muchos años antes sin que se le prestara demasiada atención ni entonces ni ahora. Vengan ustedes a decirme que no tiene nada que ver con los tiempos que corren, en los que la moral está tan manoseada por todo el mundo que la pobre ha perdido su lustre, como las estatuas de bronce que se despintan.


Me lo he pensado, créanme. Zambullirse en el calcinante fango de la moral sin salir escaldado no es tarea sencilla, pero heme aquí dispuesto a pasar de puntillas y limitarme a comentar una serie de hechos, puesto que estamos hablando, creo, de cinematografía. Metámonos en faena: ¿hubo violación? No lo sé, no estuve allí. Si me preguntáis si Marlon Brando se sacó el cimbrel y penetró a su a compañera de reparto, entonces aquí debo responder que lo dudo mucho, como dudo que ella introdujera sus dedos índice y corazón en las cavidades rectales de Brando cuando éste se lo pide con unas elocuentes palabras: "Quiero que me metas los dedos en el culo. Voy a buscar un cerdo, voy a traer un cerdo para que te haga el amor, y quiero que el cerdo te vomite en la cara y tú te tragues su vomitera. Quiero que el cerdo se muera mientras tú le haces el amor..." y tal. Entonces ¿se limitó la comentada violación al incómodo frote de la mantequilla fría contra el trasero de la actriz? ¿Era eso lo que ella nunca leyó en el guión? Según Bertolucci, sí. Si ése es motivo suficiente para escandalizarse o no, os dejo que os deis una vuelta por Facebook para averiguarlo; yo no entraré en ese tema.

"Último tango en París" es una película con una belleza muy siniestra. Nos habla de dos personas con inquietudes y momentos vitales totalmente diferentes: una, jovial e indómita; la otra, curtida y consumida por la amargura. Y, sin embargo, se atraen. Es una de esas películas polisémicas en las que, donde unos ven una gran carga erótica, otros sufren náuseas y mareos.


Me llama poderosamente la atención el hecho de que, a pesar de ser un clásico del cine, ese clasicismo haya derivado en vetustez para las nuevas generaciones de espectadores, faltos de humanidades y sobrados de baratas moralinas. Me pregunto, dada esta situación, cómo es que, sin embargo, todo el mundo parece ser catedrático de ética y buenas intenciones. Habrá que llamar al célebre Hércules Poirot para que resuelva este enigma.

A riesgo de sonar pérez-revertiano (espero estar aún muy lejos), pongo la mano en el fuego a que puedo contar con los dedos de dicha extremidad las personas que conozco y que han visto esta cinta. Sorpresivamente, en mi muro de Facebook todo el mundo parece haberla visto, sufrido, y, de nuevo me maravillo, entendido. Espero honestamente que sea cierto, y que estas palabras sólo sean producto de mi suspicaz malpensar.

Me entristece pensar que Maria Schneider pudiera ser víctima de violación, por si alguien cree que esta entrada la escribo con el propósito de justificar algo. Me entristece todavía más que esa escena concreta y otras de dicha película sean vistas sin la menor consternación cuando hay una pantalla de por medio, pero nos llevemos las manos a la cabeza cuando nos enteramos que la realidad trasciende la ficción. Lo pasé mal viendo la película. Vi cómo dos personas se intoxicaban la una a la otra con la droga más corrosiva que existe: el amor. Sin embargo, otros, sin el mayor bagaje que una búsqueda rápida en Google, juntan letras sin filtro ninguno condenando la película, al violador, al director y a todo el que se ponga en medio.

Para terminar, recomiendo la película, con violación o sin ella. Júzguenme con su ilustrada integridad si así lo desean, o vayan a verla y súfranla como lo hice yo. Sólo ustedes son dueños de su decisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario