sábado, 13 de mayo de 2017

Lecciones de Guion II: Las expectativas

Desde hace algunos meses disfruto una suscripción en Netflix. El catálogo es amplio, aunque se deba bucear a altas profundidades para encontrar películas que merezcan la pena. Ayer me topé con una sugerencia entre mis recomendaciones, "De óxido y hueso", película francesa de 2012 relativamente bien valorada por público y crítica. Nunca sabes qué esperar de nuestros vecinos transpirenaicos, así que le dediqué a la cinta las dos horas de su metraje. Al terminar, entre todas sus virtudes, se coló un pensamiento en mi cabeza: Éste no es el final que se merece esta historia. ¿Cómo puede ser que yo, simple espectador, me crea con derecho a decidir cómo debe acabar una película?


La historia gira en torno a dos personajes: Ali, padre joven y desempleado que pide asilo en casa de su hermana, y Stéphanie, domadora de orcas que, durante un espectáculo, sufre un accidente y pierde las piernas. Antes de seguir, dejadme que os hable de un elemento muy importante para la caracterización de personajes: debilidades. Los protagonistas de la historia que vayamos a contar no pueden ni deben ser perfectos, pues corremos el riesgo de que sean totalmente blancos, caricaturas de bondad y contumacia, y, por ende, el espectador pierda interés en ellos (tenéis un buen ejemplo de esta clase de héroe plano en la última película de Mel Gibson, "Hasta el último hombre"). John Truby, en su "Anatomía del guion", distingue dos categorías de debilidades que a menudo se confunden entre sí: psicológicas y morales. Las primeras son barreras internas que impiden que el personajes desarrolle todo su potencial; las segundas son una manifestación de dichas barreras que afectan a los individuos a su alrededor. Dicho de otro modo, las barreras psicológicas responden al carácter del personaje, y las morales, a la huella de ese carácter. La importancia de estas debilidades reside en que generan una necesidad en el personaje: la necesidad de cambiar, evolucionar. El espectador identifica esta necesidad instintivamente, y es entonces cuando nace el motor de toda buena historia: la empatía entre personaje y audiencia.

Volviendo a la historia que nos ocupa, determinemos ahora las debilidades de Ali y Stéphanie:

1. Ali.

Debilidad psicológica: es un irresponsable. No tiene rumbo en la vida.
Debilidad moral: es incapaz de hacerse cargo de su hijo ni de corresponder la amabilidad de su hermana cuando ella le acoge en su casa.


2. Stéphanie.

Debilidad psicológica: al perder las piernas, cae en depresión.
Debilidad moral: se aísla en su casa y rehuye a sus familiares y amigos. No está preparada para enfrentarse de nuevo al mundo.


Ahora vemos mucho más claras las necesidades de uno y otro personaje. Ali debe aprender a madurar y tomar el control de su vida; Stéphanie debe recuperar la confianza en sí misma que tenía antes del accidente. El espectador ahora tiene un rumbo, una expectativa que guiará la historia. Sin embargo, el guion de esta cinta no parece estar por la labor de satisfacer estas expectativas.

Hasta ahora, he dado unas pautas convencionales sobre las que usualmente se apoyan las buenas narraciones. No obstante, debo prevenir al lector para que no cometa la imprudencia de saltárselas a la torera con la ingenua pretensión de deconstruir o reinventar. Las convenciones están ahí por una razón, y, como autores, es nuestro deber comprenderlas y decidir si nos sirven o no; es decir, construir sobre ellas, no demolerlas.

La trama avanza y estos dos personajes se encuentran. Poco a poco, ella recupera su autoestima gracias a la vitalidad de Ali, y él a su vez aprende a hacerse cargo de alguien (aunque este alguien sea una completa desconocida y no su hijo, pero menos da una piedra). Es a partir de aquí cuando la historia se viene abajo.

A mitad de película, Stéphanie recibe unas piernas biónicas que le devuelven la facultad de caminar. Con su renovada autoestima, vuelve a relacionarse y reúne el coraje para visitar el parque acuático donde trabajaba y charlar con sus antiguos compañeros. Repito: todo esto ocurre a mitad de la película. El arco argumental del personaje ha terminado porque Stéphanie ha conseguido superar sus debilidades. ¿Qué más queda por contar? Ésta fue la pregunta que yo me hacía durante la hora restante de metraje, convencido de haberme perdido algo.

El resto de la película deriva en, lo habréis adivinado, una romance forzado, con tonito adolescente incluido, entre los personajes. Éste es un fallo de narrador novato. Los deseos de nuestros protagonistas pueden (y deben) cambiar durante la trama, pero siempre con el objetivo puesto en satisfacer la necesidad que habíamos predefinido para ellos. Una vez satisfecha ésta, nuestra historia termina. No les podemos otorgar nuevas necesidades y deseos porque entonces estaríamos comenzando una historia nueva. Si desde un principio el objetivo del autor era que una persona con tímidas carencias afectivas viviese una historia de amor, ¿para qué hacerle perder las piernas tan cruelmente al poco de comenzar la película? Si le vas a quitar las extremidades inferiores a tu protagonista, asegúrate de que tu final responda a tan dramático evento.


Con Ali ocurre lo opuesto. Su arco argumental directamente no acaba porque Ali termina la película siendo casi peor padre que cuando la empieza. No es erróneo que un personaje no consiga superar sus debilidades, pero el autor debe dar una razón coherente con la trama. En "De óxido y hueso" esto no ocurre: Ali es un caso perdido, un niño grande con una cabecita muy loca. Fin.

Luis Martínez, en su crítica de la película para el diario El Mundo, dijo con un lenguaje bastante más engolado que el mío: "Lástima, (...), que Audiard no se atreva a la tentación del precipicio y prefiera antes la seguridad de un desenlace demasiado extraño, cómodo, quizá torpe". El crítico intuía que algo no funcionaba bien en la película, aunque no supiera decir el qué.

El poso que queda en el espectador es el de haber gastado dos horas y no haber sacado nada en claro; pero de todo se puede aprender, así que aquí va un consejo para el lector que quiera mejorar su técnica narrativa:

Si presentas una expectativa, asegúrate de que el desenlace de la historia esté a la altura de la misma; de lo contrario, esa historia no merece ser contada.

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